Imagenes esteticas

Cubismo 
  1. En vez de la acostumbrada luz blanca cenital, había un resplandor rojizo que subía desde el suelo, fragmentos intermitentes de pilotos rojos que brotaban en el pavimento
  2. Aquella noche, el museo tenía un aspecto casi opresivo. Por todas partes surgían sombras alargadas, y los techos abovedados, normalmente altísimos, se perdían al momento en la negrura.
  3. Saint-Sulpice era fría y severa, y poseía algo de la desnudez que recordaba a las ascéticas catedrales españolas. 
  4. Al internarse en la neblina creada por el vapor de las fuentes, tuvo la desagradable sensación de estar traspasando un umbral que abría las puertas de otro mundo. Había algo onírico en la noche que lo atrapaba.  
  5. El tono ocre pálido del mármol empleado en su construcción armonizaba con el color miel de la piedra de la fachada que se erigía por encima. Normalmente aquel espacio estaba siempre inundado de luz y de turistas, pero aquella noche se veía oscuro y desierto, envuelto en una atmósfera de frialdad más propia de una cripta.
  6. Las galerías, por lo general muy bien iluminadas, estaban muy oscuras aquella noche. En vez de la acostumbrada luz blanca cenital, había un resplandor rojizo que subía desde el suelo, fragmentos intermitentes de pilotos rojos que brotaban en el pavimento.
  7. Por todas partes surgían sombras alargadas, y los techos abovedados, normalmente altísimos, se perdían al momento en la negrura.
  8. A ambos lados de la galería, los severos muros se elevaban nueve metros y se perdían en la oscuridad. El brillo tenue y rojizo de las luces de emergencia apuntaba hacia arriba, iluminando con un resplandor artificial la colección de Leonardos, Tizianos y Caravaggios suspendidos del techo con cables. Naturalezas muertas, escenas religiosas y paisajes se alternaban con retratos de nobles y políticos.
  9. La biblioteca era una enorme sala cuadrada revestida de madera oscura desde el suelo hasta el techo. En sus cuatro paredes, las altas estanterías estaban atestadas de libros. El suelo era de mármol ámbar con franjas de basalto negro que formaban un dibujo y recordaban que aquel edificio había sido un espléndido palacio.
  10. El edificio era un rectángulo sin ventanas que parecía hecho totalmente de acero. Como un enorme ladrillo metálico, la fachada estaba rematada por una brillante cruz griega de neón de cinco metros de altura.
  11. El garaje era pequeño y estaba poco iluminado, con sitio para unos doce coches. Al fondo, Langdon divisó la entrada principal. Sobre el suelo de cemento se extendía una alfombra roja que invitaba a los clientes a traspasar una enorme puerta metálica de aspecto macizo.
  12. La decoración del vestíbulo del Banco de Depósitos de Zúrich era la más impresionante que Langdon había visto en su vida. Allí donde la mayoría de bancos se conformaban con los mármoles y los granitos de rigor, éste había optado por recubrirlo todo de placas y remaches de metal.
  13. Al enfilar el camino sinuoso y flanqueado por álamos, Sophie notó que los músculos se le relajaban. Qué alivio dejar atrás la carretera, y además, se le ocurrían pocos sitios más adecuados para desaparecer del mapa que aquella finca privada y cerrada, propiedad de un simpático extranjero.
  14. Pero sólo distinguía débilmente la silueta del bosque recortándose en la penumbra. Ni una luz, ni un faro. Probablemente, aquel valle boscoso estaba atravesado por cientos de caminos y pistas forestales que no aparecían en los mapas, pero Collet estaba convencido de que los fugitivos no llegarían tan lejos.
  15. El mayordomo, Rémy, a instancias de su señor, maniobraba con pericia por los campos del chateau, iluminados por la luna. Sin luces, había logrado subir por un repecho y ahora descendía por una larga pendiente, alejándolos de la finca. Parecía estar llevándolos hacia una zona más boscosa que se intuía a lo lejos.
  16. Cuando el vehículo se adentró en el sendero oculto entre los árboles, la luna desapareció y la oscuridad se hizo total.
  17. Miró distraído por la ventana y vio pasar los árboles, pálidos como fantasmas a la luz mortecina de los faros antiniebla.  
  18. La antigua iglesia del Temple había sido construida totalmente con piedra de Caen. Se trataba de un edificio muy vistoso, circular, con una fachada algo tétrica, un cimborrio central y una nave que sobresalía a uno de los lados. 
  19. El anexo rectangular que sobresalía a la derecha era un desafortunado pegote, aunque apenas lograba disimular la forma pagana original de la primera estructura.
  20. Mientras avanzaban por el anexo rectangular en dirección al centro de la iglesia, a Langdon le sorprendió su austera desnudez. Aunque el diseño del altar se parecía al de las capillas cristianas lineales, el mobiliario era tosco y frío, sin atisbo alguno de la ornamentación habitual.
  21. Cuando él y Sophie entraron en el edificio, dejando atrás la lluvia, Langdon aún estaba bastante afectado por los últimos acontecimientos. La sala principal era tal como Teabing se la había descrito: una espectacular cámara octogonal presidida por una enorme mesa redonda alrededor de la cual el rey Arturo y sus caballeros podrían haberse sentido a sus anchas, de no haber sido por la presencia de doce ordenadores de pantalla plana. 
  22. En el preciso instante en que El Maestro lograba por fin guarecerse de la lluvia, Aringarosa se internaba en ella. Sobre el asfalto mojado del aeropuerto de Biggin Hill, el obispo descendió del avión, exponiéndose a la lluvia y al frío ataviado sólo con la sotana. Esperaba que el capitán Fache viniera a recibirle, pero quien se le acercó, protegido por un paraguas, fue un agente británico.
  23. Salió corriendo a la calle. Seguía lloviendo y, al saltar el pequeño rellano que lo separaba de la lluvia, Silas no vio al agente que venía desde la otra dirección hasta que ya era demasiado tarde.  
  24. Los ojos de Langdon y Sophie, como los de casi todos los demás visitantes, se dirigieron inmediatamente hacia lo alto, donde la altísima bóveda del techo del templo parecía estallar por encima de sus cabezas. Grandes columnas de piedra gris ascendían como secoyas hacia las sombras, se arqueaban con elegancia sobre inmensas extensiones, para descender de nuevo hasta el suelo. Ante ellos, el ancho corredor del transepto norte se abría como un cañón profundo flanqueado por acantilados de vidrieras.
  25. Esa mañana, la lluvia y la oscuridad le daban a aquel inmenso espacio un aire fantasmagórico... como el de la cripta que en realidad era. 
  26. En lugar de las multitudes y el brillo de las vidrieras, lo único que veía eran metros y más metros de suelo y espacios umbríos y desolados.
  27. Al cabo de un momento ya estaban en un patio descubierto de altos muros desprotegido de la lluvia. Por encima de sus cabezas, el viento ululaba sordamente, como si alguien soplara dentro de una botella. Empezaron a recorrer los pasillos abovedados que formaban el perímetro, y Langdon sintió la incomodidad que siempre le atenazaba en los espacios oscuros. A aquel tipo de jardines los llamaban «claustros», y él entendía perfectamente la relación etimológica entre esa palabra y «claustrofobia».
  28. Ahora llovía más, y el pasillo estaba frío y húmedo. Las ráfagas de viento empapaban la columnata, que proporcionaba la única fuente de luz en aquel espacio. Vieron pasar a una pareja que intentaba protegerse del aguacero.
  29. Sin embargo, desde donde estaban, veía que la pesada puerta de madera estaba abierta de par en par, y que el amplio espacio octogonal parecía iluminado por la luz grisácea que entraba por los enormes ventanales que daban al College Garden.
  30. Atravesaron el corredor oscuro. Los sonidos del viento y la lluvia se iban amortiguando a medida que se alejaban del espacio abierto.  
  31. Cuando Silas llegó cojeando a un rincón discreto de Kensington Gardens, la niebla baja lo cubría todo. Se arrodilló sobre la hierba mojada y notó que la sangre tibia se deslizaba desde la herida que la bala le había abierto bajo las costillas. A pesar de ello, mantenía la vista fija al frente. 
  32. Se quedó en silencio, sopesando el mensaje que acababa de recibir. Por encima de los campos y la línea de los árboles, la luna se estaba elevando.
  33. Estaban empezando a salir las estrellas, pero al oeste se veía un punto de luz más brillante que los demás. Langdon sonrió al verlo. Era Venus. La antigua diosa que brillaba paciente, sin parpadear.
  34. Alzando los ojos al cielo, miró a través del cristal. La noche estaba cuajada de estrellas.
 Impresionismo
  1. A diferencia de Notre Dame, con sus frescos policromados, su retablo dorado y sus cálidos revestimientos de madera. 
  2. El mayordomo les guió por un lujoso vestíbulo de mármol hasta una sala decorada con un gusto exquisito y tenuemente iluminada con lámparas victorianas de pantallas rematadas en borlas. El aire olía a antiguo, a aristocrático, a tabaco de pipa, a hojas de té, a jerez mezclado con el aroma húmedo de la piedra.
  3. A lo lejos, el perfil de Londres empezaba a intuirse entre la llovizna del amanecer. Antes dominado por el Big Ben y el Puente, ahora el horizonte quedaba interrumpido por el Millenium Eye, una noria colosal y ultramoderna que se elevaba más de ciento cincuenta metros y ofrecía unas vistas espectaculares de la ciudad. Langdon había intentado montarse en una ocasión, pero las «cápsulas panorámicas» le recordaban demasiado a sarcófagos sellados y había preferido mantener los pies en el suelo y disfrutar de la vista desde los despejados márgenes del Támesis.
  4. En los días de sol, el suelo de la abadía era un mosaico prismático de luz.  
  5. Había supuesto que estarían más a salvo en un sitio tan frecuentado por los turistas, pero sus recuerdos de hordas paseando en el interior de un templo muy iluminado correspondían al momento álgido de la temporada veraniega.  
  6. Era ya tarde cuando en Londres el sol se abrió paso entre las nubes y la ciudad empezó a secarse.

Surrealismo
  1. Aquel espacio era una cueva, una cámara que parecía haber sido excavada directamente en la roca de la colina. La única luz era la de unas antorchas que estaban fijadas a las paredes. Al resplandor de las llamas, unas treinta personas estaban de pie, formando un círculo en el centro de la estancia.
  2. A cuarenta kilómetros de allí, un Audi negro dejó una carretera rural y se detuvo en la penumbra, al borde de un campo. Silas se bajó y miró a través de los barrotes de la verja que rodeaba el gran terreno que se extendía ante él. Encajada en la ladera bañada por la luna, adivinó la silueta del castillo.
  3. De pronto se sintió como si esa noche estuviera viviendo en una especie de limbo... en una burbuja a la que el mundo real no podía acceder. 
  4. Contra la lluvia intermitente veía reflejarse imágenes de planetas, estrellas y cometas, pero Langdon las ignoraba. 
  5. Ahí, entre los árboles del College Garden, Langdon creía sentir su escurridiza presencia. Había señales por todas partes. Como una silueta provocativa que emergiera entre la niebla, en las ramas del manzano más antiguo de Gran Bretaña brotaban flores de cinco pétalos, brillantes como Venus. La diosa estaba en el jardín. Bailaba con la lluvia, cantaba canciones de todas las épocas, asomándose desde detrás de las ramas cuajadas de capullos como para recordarle a Langdon que el fruto del conocimiento crecía ahí mismo, apenas fuera de su alcance.
  6. Veía que la caricia de la lluvia le limpiaba los dedos y les devolvía su blancura. A medida que las gotas le golpeaban con más fuerza la espalda y los hombros, notaba que el cuerpo se fundía poco a poco en la neblina.
  7. Desde allí, el paisaje escocés se extendía ante ellos, bañado por la pálida luz de la luna que jugaba a esconderse entre las nubes. 
 

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