La elección de la obra fue una decisión
que había comenzado anterior a la iniciativa de la profesora, esta última
utilizada como pretexto para leerlo. Todo comenzó en junio de este año, momento
en el cual mi compañero de grupo Alejandro Ortiz estaba leyendo El Código Da Vinci, de Dan Brown. Con la
intriga que me produjo el libro cuando escuche mínimamente de mi compañero sobre
el tema que abarcaba, me decidí a pedirle que me lo prestara para leerlo, pero
por circunstancias de la vida nunca se lo pedí ciertamente. Ya avanzado el año,
nuestra profesora de Lengua Castellana, Claudia Londoño, nos presentó el
trabajo de la obra literaria, y por varios días no supe qué libro leer, olvidándome
por completo del libro presentado en este blog. Unos pocos días antes de la elección
definitiva del libro, mi amigo Juan Manuel Gil Restrepo, me comentó acerca de
la obra literaria que se disponía a leer, un libro del mismo autor de El Código Da Vinci, llamado El Símbolo Perdido. Cuando me mencionó
el autor, pude recordar que este autor también había escrito El Código Da Vinci, y rápidamente me
dispuse a copiar su biografía, a petición de la profesora hacia sus estudiantes.
El viernes de esa semana me dispuse a pedirle el libro a Alejandro Ortiz, y fue
así como elegí un best-seller internacional.
Además de este pequeño recuento, había escuchado muchas veces de la polémica obra de Dan Brown. Había escuchado que se refería al matrimonio de Jesús y Magdalena, y sus descendientes, una problemática situación para con la Iglesia. Esto también influyó en la decisión, queriendo conocer la versión del cristianismo presentada en el libro.
Además de este pequeño recuento, había escuchado muchas veces de la polémica obra de Dan Brown. Había escuchado que se refería al matrimonio de Jesús y Magdalena, y sus descendientes, una problemática situación para con la Iglesia. Esto también influyó en la decisión, queriendo conocer la versión del cristianismo presentada en el libro.
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